Abertura

Muchas veces actuamos de una manera que ni nosotros mismos entendemos, la organización es importante pero solemos perdernos en pensamientos vanos.                                         

  Nuestro tiempo se bifurca, vamos perdiendo valor y el sentido del todo varía según avanza la vida.

Muchas veces la ventaja de la nada misma sea lo poco que interesa, priorizar muchas veces es una lucha interna;                                                                                                              

 Una decisión interminable, la cual puede darnos la gloria o puede dejarnos en el camino pensando que todo se ha derrumbado.

Ser extremista viene de lo más profundo del “yo” (porque el drama es vida), lo más importante de estas historias es el final y no el camino.                                                                                       

 Si todo lo que pasamos, lo que hicimos (tanto caminar, soñar y amar), lo utilizamos para repetir ciclos, entonces no estamos tomando la rienda sobre nuestras vidas.

El problema no es de los demás (ni tampoco lo somos nosotros), es solo el darle lugar a esos demonios que viven en nuestro interior, los que sacan toda la fragilidad del ser, devorando por dentro y fragmentándonos lentamente.

¿Qué sería del mundo sin las decisiones? Si todo fuera mecánico y no se pudiera elegir, todo perdería sentido (seriamos almas vacías, un recipiente vacío que sólo acata órdenes).

La verdad no veo diferencia entre está vida y el vivir aferrado a algo pasado, presente o hasta futuro, porque que es más humano que el preocuparse (sin ocuparse debo decir) por el futuro, el qué dirán y el que vendrá (cuando la opinión que más importa es la que tengamos de nosotros mismos, como nos veamos y que nos aceptemos desde nuestra imperfección y complementariedad).

 El conocerse es un largo viaje pero resuelve y es una decisión mucho más sabia para no tomar un camino que nos reconforte y nos alegre momentáneamente, la eternidad se puede perder en un instante con sólo una palabra o la ausencia de ella.

Por eso busquemos ser y no parecer, la libertad sagrada de poder elegir, vivir y el agradecer por cada día. Descentralicemos las emociones y marquemos el ritmo de nuestras vidas no por un quien, o una apariencia de fortaleza sino por la fuerza vital que nos mueve, que nos impulsa.

Esa que está en el abrazo de una madre, en la sonrisa de un amigo, en la música, en las personas y la belleza a nuestro alrededor, que conocen tanto nuestro Jekyll  y nuestro Hyde y siguen estando ahí.

El mundo no es cruel, los habitantes del mismo sí.                                                                           

Entonces alejemos esa oscuridad, seamos seres de luz y brillemos juntos.


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